BUCÓLICOS ANÓNIMOS

Todos los niños del mundo

Impactos de la metralla por el bombardeo de la plaza de Sant Felip Neri, el pasado miércoles.

Impactos de la metralla por el bombardeo de la plaza de Sant Felip Neri, el pasado miércoles.

JOAN BARRIL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El que más y el que menos ha ido con sus novias, novios o candidatos a serlo a la plaza de Sant Felip Neri. Fronteriza con el Call, esa plaza tiene el gran tesoro del silencio. Ni siquiera los grupos de turistas llegan hasta este lugar. Coincidiendo con las horas los niños de la escuela que da a la plaza la usan como patio de juegos y, al acabar el recreo, la calma vuelve a marcar las habitaciones del Hotel Neri, sin duda uno de los lugares de más difícil acceso para un taxista.

La plaza tiene todo lo que hay que tener: tiendas peculiares como una jabonería, algunas mesas del bar del hotel, una pequeña fuente con agua y piedras históricas. El Gòtic está lleno de piedras longevas y apasionantes, pero las de Sant Felip Neri son piedras de tragedia. Esta semana se ha conmemorado el 75º aniversario de uno de los bombardeos que la aviación italiana efectuó sobre Barcelona. Se habla mucho de Gernika, pero losraidsque llegaban desde Mallorca y que descargaban sus bombas sobre la ciudad son, sin duda, el ataque sistemático sobre la población civil.

Aquellas bombas sembraron la muerte en la retaguardia republicana y fue en la plaza de Sant Felip Neri donde se produjo una matanza de más de 40 personas, 30 de ellas niños. En los muros de la iglesia quedan todavía los huecos producidos por la metralla. Las almas de las víctimas huyeron. Si, como se dice, el niño es el padre del hombre cabe suponer que esas bombas no vuelvan a caer jamás. Sin duda esa plaza es un buen lugar para leer el texto judicial que faculta al Juzgado de Instrucción número 10 de Barcelona a buscar a los culpables físicos o intelectuales del bombardeo. Solo las letras nos pueden intentar salvar de la barbarie.

En esos muros resquebrajados hay la huella de una guerra deshonesta. Pero no se trata de rendir homenaje únicamente a los niños que no pudieron crecer. Mientras tomo un café en la plaza primaveral bajo dos grandes acacias hay tiempo para pensar en los muertos de Dresde o de Hamburgo, de My Lai o de la etíope Gondar. ¿Hay alguna diferencia entre nuestros niños muertos y el terror que embarga en estos días crueles a los ciudadanos de Alepo o de los arrabales de Damasco?

Salgo de la plaza dejándome llevar por el silencio interior de todos los mausoleos. A la izquierda la calle de Sant Sever y a la derecha la Baixada de Santa Eulàlia.A esta joven cristiana la metieron dentro de un barril lleno de cristales afilados y la lanzaron cuesta abajo. A santSever, obispo de Barcelona, le martirizaron trepanándole el cráneo e introduciendo en el cerebro alambres retorcidos. No hay constancia de ese martirio, pero la tradición popular ha conferido a este santo la intercesión contra las migrañas. También el propio santFelip Neri, conocido como el apóstol de Roma, es el portador de otra leyenda cruenta conocida como el milagro del corazón. De tanto orar y de tanta mística, al santo le empezó a crecer desmesuradamente el corazón hasta el extremo de partirle algunas costillas.

Muertos olvidados

Pero, como diríaLouis Armstrong, los santos van marchando mientras los muertos corren el riesgo de ser olvidados. Nos queda el recuerdo de la bomba. Cierro los ojos y pienso que ese griterío infantil que llena la plaza no surge de los alumnos de la escuela cercana, sino que llega del más allá para advertirnos de que en cualquier momento y en cualquier lugar del mundo una bomba alevosa puede enmudecerles.