La despedida del 2012 en la capital catalana

La crisis y el efecto Madrid Arena reducen las fiestas de Fin de Año

Macrofiesta de Fin de Año en el Palau Sant Jordi, la madrugada del pasado 1 de enero.

Macrofiesta de Fin de Año en el Palau Sant Jordi, la madrugada del pasado 1 de enero.

PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

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muchas fiestas y verbenas, pero apenas ninguna macrofiesta. Así se perfila el panorama de celebraciones de la noche más larga (para los noctámbulos) del año en Barcelona, la de Nochevieja, que sufrirá los efectos combinados de la crisis económica y de la tragedia de Madrid Arena. Una coyuntura que se traducirá en apenas oferta de gran formato (para entre 3.000 y 10.000 personas) y en un respiro para los bares y discotecas, con más clientela que tendrá que buscar un plan de Fin de Año más convencional.

El Ayuntamiento de Barcelona ya dejó claro, después del drama vivido en la fiesta de Halloween de Madrid, que las exigencias en la capital catalana para lograr un permiso especial para una gran convocatoria de estas características eran rigurosas. Muy por encima de lo que se tolera en Madrid. Numerosos empresarios del ocio nocturno ratificaron que los requisitos son tantos y los aforos tan restringidos que algunos ya se habían ido apeando de las macroconvocatorias. Pero lo sucedido hace dos semanas ha sido definitivo para que algunos pesos pesados de la noche se desmarquen ahora de la Nochevieja. Por ejemplo, no habrá Winter Festival ni en el Palau Sant Jordi ni en el Pavelló Olímpic de Badalona, ni macrofiesta en el polideportivo de L'Illa Diagonal, ni en las piscinas de L'Hospitalet. Ni, salvo sorpresa final, otros espacios antes utilizados, como la estación de França y el Velòdrom de Horta.

Por decidir queda qué pasará con el Palau de Congressos situado junto al Hotel Juan Carlos I, donde todavía no se ha concedido licencia, pero cuyos promotores, el grupo Fact, confían en alcanzar un acuerdo y la celebración ya se publicita por internet. Eso sí, la intención municipal es que solo se abra una de las tres salas, lo que reducirá la afluencia a entre 2.000 y 3.000 personas.

TRABAS / «Habitualmente ya era poco rentable organizar este tipo de fiestas porque tienen muchos gastos de producción, pero con la crisis y ahora todos los ojos puestos en la seguridad, no merece la pena», dice un promotor nocturno. De hecho, la única gran cita de más de 5.000 personas de la ciudad será la del Poble Espanyol, que alcanza su 25 aniversario con un historial limpio.

El ayuntamiento asegura que no tiene consignas de denegar permisos. En L'Illa no se dará, pero lo atribuyen a unas obras de mejora en el equipamiento que ha llevado al consistorio a pedir a los gestores del recinto que limiten temporalmente los usos a lo meramente deportivo. En otros espacios no han dado explicaciones, solo una negativa.

En los últimos días, y viendo que habrá muchos jóvenes huérfanos de macroverbenas, algunos empresarios aseguran a este diario que han tratado de conseguir permisos, pero no han recibido respuestas favorables, bajo el pretexto de la falta de tiempo para gestionarlos.

Fuentes de la organización de la cita del Poble Espanyol insisten en que las grandes fiestas no tienen por qué ser peligrosas si cumplen con todas las medidas de seguridad, con espacio y recursos adecuados. En este caso, como existe un permiso anual para eventos (hay otros muchos durante el año), no se precisa una autorización para esa noche. Además se trata de un formato de fiesta abierta, bajo una gran carpa central y por todas las calles del recinto, sin problemas de espacio por muy concurrida que sea, aducen. Por descontado, el montaje incluye ambulancias, equipos médicos, decenas de vigilantes y controladores de acceso... La del Poble ha optado por ser, además, muy popular, con música comercial y público universitario, donde la juerga termina con chocolate con churros.

ARGUMENTOS / Los promotores del Palau de Congressos, acostumbrados a diversión de gran formato, aseguran que con organización profesional y público -a priori- no problemático (en su caso apuntan sobre todo a extranjeros, adultos, y con cultura musical, amantes de la electrónica de calidad), se trata de citas seguras que no deben pagar las consecuencias de las irregularidades de Madrid Arena.

Otra cosa es la cuestión económica, que hace inviables los grandes montajes y producciones con animación. Y es que aunque las entradas para esa noche suelen ser altas en la despedida del año, son muchos los espacios que ya tienen concesiones de la explotación de las barras, o que imponen desde los ayuntamientos personal de seguridad propio (llegando a abonarse 27 euros por hora y vigilante), lo que dificulta la rentabilidad. Más ahora con el incremento del IVA.

El dinero es básicamente la razón por la que nadie se ha interesado en grandes espacios como los de la Anella Olímpica, o en el Fòrum, confirman fuentes de BSM, la empresa que los gestiona.

Y pese a algunos rumores en el sector sobre posibles fiestas en naves industriales del Poblenou, la realidad es que el distrito de Sant Martí no ha despachado ningún permiso. Y que las discotecas serán las beneficiarias de este Fin de Año de juergas en pequeño formato.