Gigante comercial en Barcelona
Del polvo al consumismo
Los vecinos celebran el final de siete años de obras y el aumento de la oferta comercial
«Hemos venido a ver cómo está. Esta mañana ha pasado mi marido y me ha dicho que estaba muy atrasado, que era imposible que esta tarde estuviera listo, pero mira... ¡aquí está!», apunta Conxita Navarro tras el cordón que ayer a las siete de la tarde rodeaba el flamante centro comercial Las Arenas. «¿Nos dejarán entrar?», añade impaciente Alejandra Martínez, su amiga, vecina y compañera de espera a la entrada del recinto, no demasiado conforme con que la inau-
guración fuera un acto cerrado, al que solo podían acceder invitados y autoridades.
«Nosotras estamos muy contentas de que al fin abran. Esto llevaba muchos años siendo un nido de porquería y polvo, pero los comerciantes del barrio tienen miedo a que les quite los clientes, y también es normal», se sinceran estas curiosas vecinas de Sants «de toda la vida», quienes hoy no dejarán escapar la oportunidad de, ahora sí, entrar a ver cómo ha quedado. «Con tantos años, espero que haya quedado muy bonito. De lo que más me alegro es de la Nespresso», dice María López, también tras el cordón.
Ya dentro, entre hombres encorbatados inmortalizando el momento con sus iPhones, Jordi y Tere miran el impresionante recinto. «Estas columnas que suben hacia arriba y lo aguantan todo me recuerdan a los árboles de piedra de la Sagrada Família», apunta -no falto de imaginación- Jordi, quien describe el radical cambio de cara de la antigua plaza de toros como «algo impensable». «Este lugar me trae muchos recuerdos. Cuando éramos jóvenes veníamos aquí a ver combates de lucha libre y demostraciones de motos de la Guardia Urbana», evoca el hombre casi emocionado.
La ceremonia inaugural, oficiada en un estresante bilingüismo por la periodista Núria Soler -presentadora del TN Migdia- fue presidida por el alcalde Jordi Hereu y por Vitalino Nafría, presidente de Metrovacesa -gigante encargado de la magna obra-, quien pidió en varias ocasiones «disculpas a los ciudadanos de Barcelona» por las molestias causadas por siete años de obras. Se vanaglorió de haber devuelto a la ciudad «un pedazo de su historia» y auguró que el nuevo equipamiento «aumentará todavía más, si cabe, la riqueza cultural de la ciudad» y traerá beneficios para el barrio. Esto último se ponía ayer en duda en varios de los corrillos que se formaron a lo largo y ancho de los 30.000 metros cuadrados del nuevo templo del capital.
Junto al alcalde -quien insistió en su discurso en el ya célebre «contra la crisis, más Barcelona»-no quisieron perderse la esperada inauguración los concejales socialistas Assumpta Escarp, Ramon García-Bragado, Jordi William Carnes y Roger Pallarols y los líderes de la oposición Xavier Trias (CiU) y Alberto Fernández Díaz (PP), quien pidió, vía Twitter, «apoyo a los comercios de Sants».
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