MUERTE DE UN MAESTRO DE LA ARQUITECTURA

Fallece Alfonso Milá, el discreto arquitecto de la burguesía

XABIER BARRENA
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La arquitectura española debe mucho a las segundas residencias. En el franquismo, cuando el gusto estético imperante era más de plomo que los tiempos políticos que corrían y los encargos públicos eran contados y adjudicados siempre a dedo, la nueva hornada de arquitectos nacidos antes de la guerra civil volcaron en estascasitassus esfuerzos creativos. Después, llegarían las grandes obras --como el anillo olímpico de Montjuïc, en el caso del tándem que formaron Federico Correa y Alfonso Milá-- y el cambio de papeles, de aprendiz a maestro. El arquitecto Alfonso Milá, el discreto socio de Correa, murió ayer en Barcelona a la edad de 85 años, viudo y sin hijos.

En unas décadas en las que, quien más quien menos, todos corrieron delante de los grises, se encerraron en un convento de capuchinos o se instalaron en París --cuando no todo ello--, Milá fue de aquellos que optó por crear un mundo apartado del gusto oficial sobre el eje Sant Gervasi-Cadaqués. Un eje lúdico y laboral. En Sant Gervasi se hallan tanto la tortillería Flash-Flash, del fotógrafo Leopoldo Pomés, como el restaurante Il Giardinetto, locales, ambos, que en los 70 se convirtieron en el punto de encuentro de los vástagos izquierdosos de la burguesía más avanzada (lagauche divine). Ambos locales fueron diseñados por el tándem Correa-Milá.

Milá y Correa trabajaron para uno de los grandes maestros de la arquitectura contemporánea catalana, José Antonio Coderch, y Milá trabó conocimiento, de manera puntual, con el otro granpope, el exiliado Josep Lluís Sert, símbolo de la arquitectura de la República.

CASAS DE CADAQUÉS

Una de las ventajas de pertenecer a la casta dominante de la Barcelona de los años 50 es que era muy fácil que algún amigo tuviera una casa por hacer en la Costa Brava y, en concreto, en Cadaqués. Allí, Correa y Milá hicieron con éxito una lectura racionalista --como marcaban los tiempos-- de la típica arquitectura rústica mediterránea.

Con la madurez llegaron los grandes encargos, como la Torre Atalaya de Barcelona. La fortuna quiso que el arquitecto que en principio debía construir esa torre en la encrucijada de la avenida de Sarrià y la Diagonal fuera un madrileño pariente de la cuñada de Milá. Con la enfermedad del arquitecto titular, el tándem catalán se hizo cargo de las obras, a la postre premio FAD en 1972. Antes de la aventura olímpica, Milá y Correa diseñaron la nueva sede de la Diputación de Barcelona, anexa al histórico edificio de Can Serra.