LA JUGADA DECISIVA

El gol que alivia, y mucho, a Luis Suárez

El 'nueve' del Barça festejó a lo grande su tanto, silenciando el imponente Metropolitano y mandando callar a la ruidosa afición del Atlético

Luis Suárez manda callar tras marcar el gol del empate ante el Atlético.

Luis Suárez manda callar tras marcar el gol del empate ante el Atlético. / periodico

Marcos López / Madrid

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Juega con un quiste en la rodilla y, a veces, quizá con demasiada frecuencia se le ve mirándosela como si temiera lo peor. Pero en el imponente Wanda Metropolitano se levantó Luis Suárez para dibujar un extraordinario cabezazo. Era un gol que necesitaba el Barça. Aunque, en realidad, quien lo necesitaba de verdad era él. Enredado como estaba esta temporada y hasta peleado con el gol, el uruguayo volvió en un partido grande e imitó a Raúl, ordenando silenciar el estadio, acallando al ruidoso pueblo rojiblanco.

No imaginaba el Atlético que el nueve del Barça, un profesional del gol incluso en los malos momentos, se iba a encontrar con ese delicioso centro de Sergi Roberto que invitaba a ponerle una bella rúbrica.

Suárez no falló. Fue el premio a un trabajo oscuro en la primera parte, en la que apenas pisó el área de Oblak, redimido después con una gran segunda parte, donde puso a prueba al meta del Atlético con un violento disparo. Era el preludio del cabezazo. "Después de ir perdiendo casi todo el partido, no es un punto malo", confesó el jugador uruguayo, quien llegó a disponer de un par de ocasiones más.

Espacio en el "tráfico"

Le faltó un centímetro, por ejemplo, a su bota derecha para culminar un peligroso pase de André Gomes. Le faltó también acierto para liquidar un partido donde el Barça necesitaba de la mejor versión del nueve. Llegó incluso en el peor escenario.

Después de ir perdiendo todo el partido, no e sun punto malo"

Luis Suárez

— Delantero de Barça

No resulta fácil hallar espacios en ese "tráfico", esa fue la palabra empleada por Valverde, pero Suárez terminó empujando a los centrales del Atlético hasta el corazón del área. Messi, ubicado por detrás de Suárez y con dos extremos bien abiertos (Deulofeu por la derecha y André Gomes + Jordi Alba por la izquierda), tenía la capacidad para dirigir el ataque. "Ellos defienden muy bien con un grandísimo portero", admitió Suárez, enfadado porque creía que no podría derrocar a Oblak. Pero finalemente lo derrotó.

Lo consiguió a través de una jugada asociativa, entendiendo el Barça como entendió que a través del gobierno del balón acabaría llegando su momento. Llegó cuando Sergi Roberto oteó el paisaje y detectó que el delantero centro estaba donde tenía que estar. Aguardando su instinto, tal si fuera, y lo es, un auténtico depredador. No era el mejor inicio de temporada de Suárez. Ni mucho menos, pero ese cabezazo le alivió de todos esos problemas.

Sin mirar la rodilla

"Merecimos un poco más en el segundo tiempo", reconoció el delantero, desquitándose de ese mal fario que le perseguía. Incluso él dejó de mirarse esa maldita rodilla que se lastimó en la vuelta de la Supercopa en el Bernabéu a mediados de agosto pasado. Desde entonces, no ha estado fino. Y él lo sabe.

Desde ese partido, no ha sido él. Forzó tanto su recuperación (los médicos le diagnosticaron un mes de baja y Suárez regresó a los 15 días para jugar antes con la selección uruguaya) que planeó, y planea, una posible intervención quirúrgica. A su manera, sacrificado como es, Suárez se despertó en el nuevo Metropolitano.

Por eso, se fue corriendo como si no existiera un mañana por la banda tras cabecear ese exquisito regalo de Sergi Roberto. Corrió y mandó callar a la gente, desatando la ira rojiblanca, por mucho que Simeone ni le diera importancia. "No vi esa celebración, estaba hablando con Fernando Torres antes justo del cambio", argumentó el técnico.

Perseguir sombras

"Un gol cambia radicalmente la confianza de un delantero. Pero ya había hecho antes un buen partido, al  margen del gol", contó Valverde, recordando que los goleadores se dedican "a perseguir sombras" cuando sus remates no acaban en la red. En Madrid, sin embargo, la sombra fue Oblak, incapaz de atajar ese cabezazo reparador de Suárez. O cuando el nueve ejerció de nueve para alegría del Barça. Y de Valverde. Voló el uruguayo y calló al Atlético.

"¿La celebración? Madre mía, no me fijado mucho en la celebración", explicó el Txingurri. Se fijó, eso sí, el técnico azulgrana en que Suárez volvió a ser quien era. Y eso es mucho.