El Barça cae del cielo
Los azulgranas exhiben una cara muy distinta tras la gesta de la Champions y demuestran su menor intensidad encajando dos goles de córner
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
JOAN DOMÈNECH / A CORUÑA
Después de toda una vuelta sin perder (la última derrota fue en Vigo el 2 de octubre), el Barça sucumbió de nuevo en Galicia. Después de planear por los cielos cuatro días tras la gesta europea, aterrizó de nuevo en la Tierra, topándose con la cruda realidad que pareció olvidar con su puesta en escena de Riazor: todas las victorias exigen un esfuerzo.
Y el esfuerzo que sobró ante el PSG faltó frente al Deportivo, un rival al que daba por ganado después de las cinco goleadas que le había endosado en sus últimas visitas. Sin la misma actitud, sin la misma voracidad, sin la misma intensidad, sin el mismo acierto, por supuesto, sucumbió de una manera impropia después de protagonizar una hazaña de alcance mundial. Comparado con el derroche europeo, hizo el ridículo. Con la defensa de tres, encajó dos goles en sendos córneres, cuando había más gente en el área.
TERREMOTO EN RIAZOR
La falta que mandó Neymar a la escuadra de Trapp salió disparada a la grada desde los pies de Messi cuando el Barça estaba apurando su suerte y buscaba el segundo milagro de la semana. El estallido del Camp Nou con el pitido final se repitió con idéntido terremoto en A Coruña. El duelo no era tan dramático, pero la hinchada gallega solo había celebrado seis triunfos en 27 jornadas y le supo a gloria derrocar a los barcelonistas a quienes creyó dioses por la epopeya de la Champions. Y no, son tan humanos como los suyos. Joselu remata tan fuerte como Suárez y Alex Bergantiños, especialmente inspirado siempre ante los azulgranas, salta más que Alba.
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En realidad no fue un aterrizaje lo del Barça. La nave cayó con estrépito de su vuelo espacial por la eternidad después del 6-1. Del cielo bajó de golpe, arrastrado por la voluntad de un Depor que nunca se mostró impresionado. Al contrario; tras recibir el empate nada más comparecer del descanso, en lo que parecía ser otra remontada de las estrellas, salió desde atrás tan decidido y optimista como cuando iba por delante en el marcador. La última jugada del encuentro deparó un contrataque de tres blanquiazules contra Ter Stegen y Alba.
UN ONCE TERRENAL
Un once más terrenal -por no decir con más suplentes- dispuso Luis Enrique, aún agarrado al 3-4-3, en el que Sergi Roberto ejerció de lateral-interior y Denis de interior-extremo por la derecha, mientras que la banda izquierda era completamente nueva: donde estuvieron Umititi, Iniesta y Neymar, aparecieron Alba, André Gomes y Arda. No es lo mismo.
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No es lo mismo, no. Dosis menores de confianza, de chispa, de atrevimiento, de soltura recortaron al Barça en la proporción suficiente como para no crear el desequilibrio suficiente que demandaba el dominio territorial. Aunque las mejores ocasiones del primer tiempo llegaron por ahí, con una colada de Gomes y otra de Suárez, mientras por la otra banda, Roberto y Denis buscaban siempre a Messi.
La ausencia de Iniesta multiplicó la tarea del argentino, que jugó por todos. Feliz por estar tocando la bola constantemente, se acercó a Busquets y movió la batuta. Tocó tantas que cuando se necesitaba clarividencia, y el manchego estaba ya en el campo, el astro estaba chamuscado.
El Deportivo cedió metros para ganarse espacio para contragolpear. Pero si algo tiene la defensa de tres azulgrana es que el dispositivo obliga extremar las precauciones. Joselu marcó cuando más gente había en el área. Nadie acudió a socorrer a Ter Stegen cuando el mate rehazó apuradamente un fallido despeje de Mascherano. Poco antes había realizado una de aquellas paradas que salvan puntos, aunque solo hizo que retrasar el primer gol blanquiazul. La jugada se repitió en el 2-1: paradón de Ter Stegen y gol de córner.
EL DEPOR, SIN COMPLEJOS
El Barça solo reaccionó ante la evidencia de que estaba mal: se lo dijo el marcador, dañino. Luis Enrique no tuvo más remedio que intervenir pronto para evitar que se rompiera el hechizo del miércoles. La cercanía del descanso le facilitó la tarea, aunque Luis Suárez efectuó la primera reparación, la más urgente; la segunda fue la del jefe. Más fácil: era cambiar los materiales.
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Con Iniesta y Rakitic el Barça atacó con criterio y verticalidad, pero no regresó atrás con la misma constancia. A medida que transcurrían los minutos, el Barça dominaba más pero también debía correr más hacia atrás. A Luis Enrique no le quedó otra que sacar al olvidado Alcácer con el 2-1, pero fue demasiado tarde. El Depor no se acomplejó como el PSG y supo aguantar 20 minutos sin encajar un gol en la última y también desesperada embestida azulgrana.
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