Messi. "¿Qué es eso de los 100 goles?"

La estrella argentina, que gobierna al Barça desde la banda, no da relevancia a la soberbia racha del tridente

Suárez, Neymar y Messi se abrazan tras el tercer gol al Celta en el Camp Nou.

Suárez, Neymar y Messi se abrazan tras el tercer gol al Celta en el Camp Nou. / periodico

MARCOS LÓPEZ

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Volviendo de Eibar, y en el famoso Periscope, una tradición bendecida por Luis EnriquePiqué se acercó a la fila del avión que compartían Javier Mascherano, sentando al lado del pasillo, Messi, en el centro, y Pepe Costa, de la oficina de atención al jugador, ubicado junto a la ventanilla. Quería el central, informado al instante de todo lo que sucedía, arrancar una frase de la estrella sobre el récord de 100 goles firmado por el tridente en Ipurúa. «¿Qué 100 goles?», dijo despreocupado Messi sobre una cifra redonda, alcanzada en apenas 48 partidos oficiales, que no le dice nada. Habla mucho de la trascendencia del tridente (ha intervenido en 114 de los 132 tantos del Barça), pero a Leo eso le interesa, como diría Luis Enrique, cero.

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 En esa centenaria cifra, por mucho que Messi la desconozca, se retrata, sin embargo, la evolución del equipo de Luis Enrique. Y, al mismo tiempo, la de cada uno de los integrantes de la delantera más famosa del fútbol mundial. Anda ahí Luis Suárez, algo más que un goleador, revelándose tan influyente en el remate como en las asistencias, acercándose a las cifras de un extaterrestre. Lleva 42 tantos y está a solo cinco del estratosférico registro que rubricó Ronaldo (47 en la temporada 1996-97), aniquilando a su paso las grandes cifras que dejó Etoo.

UN 9 DE ÁREA

Siendo el Barça un equipo tradicional, que juega con un viejo nueve (Suárez ha marcado sus 42 goles dentro del áera), con dos extremos, en teoría pegados a la banda, arrancando Neymar desde la izquierda y proyectándose Messi desde la derecha. En realidad, solo dos de los tres cumplen con ese papel diseñado inicialmente en la pizarra porque el 10 no juega de 7. Ni solo de 10. Juega Messi de todo abarcando el frente de ataque con un protagonismo espectacular, descubriendo versiones inéditas. Un Messi, aunque parezca mentira, tan diferente que más de una década después de su brutal aparición hay aspectos en su fútbol que no se habían apreciado.

Debe ser el 10 el jugador más estudiado en los últimos años, diseccionado y analizado por los rivales hasta el más mínimo detalle. De nada les sirve. Va siempre antes él que los demás. Piensa e interpreta el juego con una claridad que nadie sabe encontrar el antídoto. Pasa el tiempo y Messi es todavia mejor jugador, como demuestra en este espectacular arranque del 2016, capaz de acercarse a Suárez, un nueve de toda la vida, y de alejarse de Neymar, el delantero que sostuvo al Barça cuando el 10 estuvo dos meses en la enfermería recuperándose de su lesión en la rodilla izquierda.

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Sirven los cuatro últimos partidos del equipo para explicar el nuevo, o viejo, rol de Messi. En el campo del Arsenal, con Europa iluminando su figura, dos goles. En el Camp Nou, y contra el Sevilla, una falta nunca vista para sacudir los cimientos de los recuerdos. En Vallecas, campo estrecho, presión agobiante del Rayo e Jémez, firmó tres goles y hasta le regaló un penalti a Suárez, que falló. Y en Ipurúa, dos tantos más: otro nuevo en el catálogo conduciendo un contragolpe que finalizó sin regate alguno porque intimidó de tal manera a tres defensas del Eibar que achicaron hasta colarse en la portería vasca, y un penalti que no se le había visto, un penalti panenkiano. O sea, cuatro partidos, ocho goles, una ecuación impresionante.

Tan brutal es su progresión en este inicio que ni siquiera Suárez o Neymar, baja en Eibar, han podido seguirle. Cuando Messi vuela en el campo, es imposible alcanzarle, capaz incluso de colocarse a siete goles del delantero uruguayo, a pesar de haber estado ocho semanas alejado del césped por su lesión. ¿Alguien duda de que Leo puede todava atrapar al exdelantero del Liverpool?

Nadie, ni siquiera el propio Suárez, a pesar de que Messi hace tiempo que abandonó ese culto a la estadística, obsesionado como está en llevar al Barça a la conquista de una utopía: lograr la segunda Champions consecutiva y repetir, por segundo año, un triplete. Mientras él amplía su área de influencia (siete de sus 35 goles llegan desde fuera del área), Suárez vive siempre en el hogar ajeno. Solo uno de los 23 goles de Neymar ocurrió más allá del área grande. Fue aquella falta en el Calderón (12 de septiembre) cuando, precisamente, Leo empezó el partido en el banquillo tras la paternidad de Mateo, su segundo hijo,  en la que el brasileño demostró que tiene un gran talento para los lanzamientos lejanos. Pero cuando se detiene la pelota, Ney siempre está Messi.

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NEY, DESBORDE SIN GOL

Volando Messi, regular y estable Suárez (no ha sufrido ninguna lesión ni enfermedad alguna), le toca ahora a Neymar recuperar las grandes cifras que logró al inicio de temporada cuando sumó 16 goles en los primeros 22 encuentros. En los últimos 26, el delantero brasileño solo ha firmado siete tantos, eclipsado por la soberbia racha del 10 y sin poder seguir la eficacia continua del 9, que ha malacostumbrado al culé y a sus compañeros. Está tres partidos sin marcar (Arsenal, Sevilla, Rayo), su peor racha, y la gente se inquieta. Él, aunque no lo diga, también. 

Neymar, menos obsesionado con el gol, también le pasa algo similar. No anda lúcido últimamente en el remate final, enredándose en acciones que antes decidía con brillantez, como si hubiera perdido el hilo, consciente él de que debe recobrarlo lo antes posible. Siete goles en tres meses y medio es poco, muy poco para Neymar, a pesar de que contribución al tridente pasa, fundamentalmente, por el desequilibrio que produce en la orilla izquierda. Ese fantasioso regate que se transforma en un torrente de luz capaz de cegar a cualquier defensa para que en el camino se cuelen Messi Suárez, sus dos compinches. Entre los tres suman 100. Leo ya lo sabe. En la pasada temporada llevaban 75.