Irresistible Barça
El campeón maltrata al Eibar con una goleada bajo la batuta de Messi en una gélida tarde
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
JOAN DOMÈNECH / EIBAR
En cuatro días quedó superado el récord del Madrid (34 partidos sin perder) y el Barça se situó a la altura del mítico Milan de los holandeses (36 partidos en la temporada 1992-93), un equipo histórico e inolvidable. Como el Barça de hoy, de los últimos años, poderoso e imbatible, que pasó por Ipurúa sin marcharse ni resbalar en una tarde que niega el cambio climático. Firme y sólido, un minuto de zozobra en el primer tiempo no logró alterar su imparable marcha (0-4).
El Milan de los holandeses lo parió Arrigo Sacchi y lo mejoró Fabio Capello. El Barça de hoy tiene nombre y apellidos. El equipo que recuperó Rijkaard, perfeccionó Guardiola y ha relanzado Luis Enrique, es el de Leo Messi, hilo conductor, denominador común de una era que se alarga hasta extremos insospechados. No se le augura final ni siquiera se le advierten síntomas de decadencia al 10 por su constancia en trascender allá donde va, tanto da que sea el Camp Nou, el Emirates del Arsenal o Vallecas, un desierto o el inhóspito Ipurúa.
EL PRIMERO DE LA FILA
Ahí reside una de las virtudes más valiosas del astro. No solo nunca se esconde, sino que es el primero en responder también cuando caen chuzos de punta, como a ratos entre las montañas eibarresas. Neymar celebraba el cumpleaños de su hermana, pero Messi se puso el brazalete para encabezar al grupo a una nueva conquista en una de las salidas más preocupantes que quedaban, por lo incómodo y áspero que resulta visitar la industriosa Eibar.
Sabio y humilde por igual, talentoso como nadie, Messi jugó de extremo para servir balones a Suárez, ejerció de centrocampista para aliviar la presión de la línea media y apareció de delantero para cerrar el partido antes del descanso. Se hacía necesaria su aportación para que el equipo pudiera disfrutar de su habitual cadencia de juego en un campo pequeño y estrecho, frente a un rival presionante, y con la ausencia de Neymar y la de Iniesta, que descansó. Y para cerrar la crisis de los penaltis, un detalle de virtuosismo con una ejecución tipo ‘Panenka’. Tan fino el ddisparo como el quiebro y el remate de Suárez al colocar la guinda.
SIN NEYMAR NI INIESTA
Munir ocupó el puesto del brasileño y Arda el de Iniesta, y el Barça no les echó de menos por la buena aportación de sus recambios en el inicio. El gol de Munir en el minuto 7 acalló la inicial repulsa del público (pitaban al Barça por haber empatado el año pasado ante el Deportivo en la última jornada que suponía el descenso del Eibar, luego no consumado) y Arda elevó sus prestaciones de su recientes apariciones mientras va aprendiendo a qué juega –y a qué velocidad juega- su equipo.
Hubo dos cambios más respecto al once del jueves en Vallecas, que solo podían mejorar el nivel. Alves y Alba, los laterales titulares, recuperaron sus puestos, con lo que a Bravo le protegía su defensa titular. Más Busquets por delante y Rakitic en el centro del campo, insustituibles para Luis Enrique. Demasiado Barça para el Eibar. La diferencia de calidad se observó tanto en el campo como en el marcador.
PRESIÓN ATREVIDA
El Eibar jugó con atrevimiento, seguramente por la ausencia de preocupaciones. Octavo en la tabla, está más cerca de Europa que del descenso, y esa tranquilidad indujo a Mendilibar a buscar el tú a tú con una presión alta que al Barça no le costó nada superar. El mayor mérito del cuadro local fue impedir que el Barça se relajara.
Ni con el 0-2 pudo sestear el once de Luis Enrique. Forzado por su rival, mantuvo la misma intensidad y los goles siguieron cayendo. El Eibar se pareció al Rayo en el planteamiento y pagó esa osadía con semejante castigo al que se llevaron los de Paco Jémez.
Los azulgranas están muy habituados a ese tipo de presión adelantada, poco constante y no muy coordinada entre los defensas y los centrocampistas y pudieron superarla dibujando triángulos por todo el campo. El poseedor del balón tenía un par de ofertas para pasarlo cada vez. Perdido hace tiempo el miedo y la virginidad a jugarse pases suicidas, de espaldas al rival y de cara a la propia portería, de atrás hacia adelante van avanzando por el campo los amigos de Messi hacia la historia.
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