SALUD PÚBLICA Y MEDIOAMBIENTE

La historia detrás de los peligrosos pozos abandonados en Badalona

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Anna Rocasalva

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En el parque de la Mediterránea de Badalona hay una parcela de terreno privado situada en un enclave privilegiado con vistas al mar. Se trata de una pequeña colina, rodeada por el cementerio y la perrera municipal al norte y al este respectivamente, y por el Centro de Convenciones y Negocios de la ciudad al oeste. 

Bajo el promontorio se encuentran las cocheras de Les Guixeres, donde aparcan los autobuses municipales y, más allá, el mar Mediterráneo se extiende hasta el horizonte. La parcela privada se halla en un terreno de paso de senderistas; personas que pasean a sus perros o parejitas que vienen desde la zona de ocio buscando un lugar tranquilo y apartado. 

Sin embargo, a pesar de lo idílico que podría parecer, este lugar entraña varios peligros mortales potenciales, tal y como ha podido comprobar EL PERIÓDICO. No es solo que el terreno contenga dos pozos abandonados y un sinfin de grietas que rajan profundamente la tierra -donde cualquiera podría caerse y producirse así una desgracia como la ocurrida recientemente en Málaga-, sino que además ese lugar es un punto caliente de actividades delictivas relativas a la salud pública, el maltrato animal y el tráfico de drogas. 

"La gente que suele ir a esa parcela no va para hacer cosas buenas", afirma una agente de la Guardia Urbana de Badalona que prefiere mantener el anonimato y que, sentencia, "este es un sitio conflictivo".

La chabola

Uno de los pozos potencialmente peligrosos se encuentra dentro de la única edificación que aún se mantiene en pie de la parcela, justo en el centro del terreno privado, cerca del precipicio del promontorio. La chabola se halla en un estado deplorable y podría derrumbarse en cualquier momento. 

Sin embargo, la amenaza que entraña la casa no ha impedido que haya sido ocupada por diversos inquilinos durante los dos últimos años, según ratifican desde el departamento de Salud Pública del Ayuntamiento de Badalona, fuentes de la Guardia Urbana y la asociación Vigilancia Solidaria. Desde el 2014, los miembros de esta entidad se dedican a investigar delitos contra los animales, y fue precisamente esta voluntad la que los llevó hasta esa barraca del parque de la Mediterránea y a descubrir el agujero en su interior.

El pozo se encuentra en lo que había sido la antigua cocina de la finca, a una altura aproximada de 1,50 metros. “Pero no sobresale, está a ras de pared, como si fuera una ventana, con un hueco de unos 40 por 30 centímetros”, explica la agente de la Guardia Urbana. No obstante, este diario no ha podido acceder al interior de la cocina, ya que la chabola está ocupada por un vecino del barrio de la Morera -que prefiere no identificarse-, el cual ha tapiado la entrada exterior de la habitación y ha bloqueado el acceso interior con una estantería. “No quiero saber nada del pozo”, apunta el inquilino.

Pero las fuentes que sí llegaron a ver el agujero en su momento y con las que ha contactado este diario, entre ellas la agente de la mencionada Guardia Urbana, explican que es “pequeño pero extremadamente profundo”. “Una persona podría caber perfectamente; incluso mirando con linterna no ves el fondo”, comentan desde Vigilancia Solidaria. “Si alguien quisiera tirar un cuerpo, el olor que subiría lo delataría enseguida -agrega la agente-, pero sí que es verdad que es un lugar perfecto para deshacerse de lo que uno quiera”.

El otro pozo

El camino de tierra que lleva hasta el promontorio es un buen indicador de lo que uno puede encontrarse en ese terreno. A escasos metros de la chabola, alguien ha abandonado los deshechos de la poda de un centenar de plantas de marihuana. Dentro de un montón de bolsas de basura hay restos de la hierba, guantes de plástico y botellas. El sustrato de tierra circundante contiene unas bolitas que sirven como fertilizante para nutrir las plantas. La misma tierra que el vecino de la Morera está utilizando para abonar el huerto improvisado de “su vivienda”.

Andar por esa colina del parque de la Mediterránea es como caminar por encima de un mar de basura. Montañas de escombros, colchones podridos, trozos de plástico, cristal y madera, jeringuillas, ropa y fragmentos de cemento... el paso del tiempo ha originado un sinfin de grietas que rajan la tierra, y van a parar directamente al acantilado, donde sería fácil despeñarse si no se va con mucho cuidado. Afortunadamente, las grandes rocas y la tierra suelta de la parcela no han podido llegar hasta la carretera de abajo porque las raíces de la escasa vegetación las están sujetando provisionalmente.

En medio de ese vertedero se encuentra un segundo pozo que el actual inquilino de la chabola ha tapado con dos tablas de madera y un par de tochos “para evitar que se caiga alguien”, explica. El agujero tiene 50 centímetros de diámetro y está lleno de agua. Es poco profundo pero, dentro, la cavidad es mucho más ancha, ya que podría tratarse de una antigua balsa cubierta de escombros.

“Aunque tenga poca profundidad, sigue siendo muy peligroso y nos preocupa mucho”, comenta la agente. “Sin embargo, esto es un terreno privado y quien tiene que hacerse cargo es el propietario”, lamenta. Un titular que, a pesar del grave estado de degradación de su parcela y de las actividades ilícitas que se han cometido en su propiedad, jamás ha respondido ante las denuncias de las autoridades y de particulares, según informan Ayuntamiento y Policía.

Un punto caliente

Según explican fuentes municipales de Salud Pública, el parque de la Mediterránea es propiedad del Área Metropolitana de Barcelona excepto esa parcela de terreno, donde se hallan los pozos y la barraca, que es de titularidad privada. Concretamente, pertenece a la familia Arnús, conocida en Badalona por ceder un gran parque, Ca l’Arnús, al consistorio local.

Durante más de 15 años, la parcela de los Arnús fue utilizada por una asociación de cazadores que construyeron unas instalaciones ilegales para cobijar a más de 400 perros. “Los animales se encontraban en unas condiciones insalubres y el terreno no se podía urbanizar, así que el 2015 el Ayuntamiento derribó las casetas y echó a los cazadores”, explican desde Vigilancia Solidaria.  

La chabola principal donde se halla el pozo no se pudo derruir debido a una sentencia judicial y, durante los siguientes años, ha sido ocupada por personas con antecedentes penales que han cometido varias irregularidades en el lugar, desde la cría y venta de perros de raza potencialmente peligrosa hasta robos y tráfico de drogas.

Animales de granja y perros atados

El año pasado, la asociación Vigilancia Solidaria alertó a la Guardia Urbana de unos ruidos sospechosos en el barracón. Cuando entró la policía, se descubrió que el inquilino, que ya había sido detenido varias veces, tenía animales de granja y perros potencialmente peligrosos atados con largas correas. “Uno de los canes se había escapado y había matado a varias gallinas y a una oveja”, explica la agente. 

Dentro de la casa también se encontraron palomos de competición robados de la las federaciones catalana, española, balear y canaria. “Encontramos 33 en total y polluelos que los estaban haciendo criar”, continúa la Guardia Urbana. “En Badalona tenemos la problemática de que varias personas se dedican a robar palomos a las federaciones y a extorsionar a los amos porque hay pájaros que pueden llegar a valer hasta 35.000 euros”, afirma. Además, al mover las jaulas, la policía también halló un kilo de hachís y varias maletas robadas.

El inquilino actual de la chabola ha explicado a este diario que tiene "el permiso de la administración de la parcela para vivir allí", algo que resulta poco plausible ya que ni la Policía ni el Ayuntamiento han conseguido ponerse en contacto con el propietario. El vecino de la Morera dice que utiliza la “vivienda” como “segunda residencia para venir a pasar los fines de semana con mi mujer y mis nietos”, y que deja la radio encendida para que se sepa que hay alguien.

Sin embargo, según afirman fuentes de la Guardia Urbana, que ha anunciado que iniciará una investigación, en esa parcela es ilegal vivir y construir. “La propiedad es privada y, si el titular sabe que allí hay ilícitos penales, tiene que hacerse responsable, porque si ocurre una desgracia será cómplice”, concluye la agente.

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