LA ESTRATEGIA DEL 'PROCÉS'

El otoño catalán

El Govern y los soberanistas se encerrarán en el Parlament y tomarán el parque de la Ciutadella

Concentración independentista en apoyo de Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau ante el TSJC, el pasado 6 de febrero. / ALBERT BERTRAN

El sanedrín público-privado que trabaja a la sombra del referéndum tiene resuelta la estrategia que el soberanismo debe ejecutar en los próximos meses. Con fecha y pregunta encima de la mesa, se trata de hacer todo para que la consulta sea posible; pero sabiendo que es aún más relevante levantar la mirada para tener bien medido cómo se pone punto final a la partida si finalmente, como todo parece indicar, no es posible la votación.

¿Qué nos espera hasta octubre e inmediatamente después? La sala de máquinas del soberanismo institucional, con el apoyo de los estrategas habituales y otros provenientes de un ostracismo temporal, ha trabajado una línea dura que pasa por subir la apuesta hasta lograr que la respuesta del Gobierno español acabe por justificar la ocupación del parque de la Ciutadella por parte de los ciudadanos favorables a la independencia. Esta movilización, permanente y pacífica, con convocatorias de las entidades civiles independentistas, se haría mientras el Govern y los diputados soberanistas permanecen encerrados en el Parlament, quizá retomando al programa original de Junts pel Sí y proclamando con 72 diputados la independencia.

LA "RAZÓN" DEMOCRÁTICA

Este camino tiene varios elementos que, a criterio de sus diseñadores, lo hacen claramente vencedor. Primero, persistir en la idea del referéndum otorga la «razón» democrática al soberanismo a ojos de todos los observadores. Segundo, todo lo que deberá hacer el Estado para impedir la consulta (larga lista de altos cargos delante de la justicia española, suspensión de competencias...) seguirá afianzando esta «razón» democrática del independentismo en el ámbito internacional y acabará por activar la espoleta del fin de la paciencia en el ámbito doméstico, provocando que la revuelta de las sonrisas mute de rostro y se decida por la revolución –pacífica– y la ocupación del espacio público. 

El soberanismo sacará  provecho de la vieja lógica política del cuanto peor, mejor

La guinda del pastel son las imágenes soñadas en todas las televisiones del mundo de un Gobierno y un Parlamento que resisten dignamente el envite de un Estado autoritario que no ha dejado otra salida que no sea la de rebelarse; todo esto acompañado de decenas de miles de catalanes comiendo, durmiendo y viviendo a las puertas de la Cámara catalana. El parque de la Ciutadella, apunta la estrategia, se convertirá durante unas semanas en una revisitada plaza de Tahrir en la que la primavera árabe se tornará otoño catalán. Un otoño que debilitará las posiciones del Gobierno hasta que, sea por voluntad propia, sea por presión internacional, se avenga a aceptar la nueva situación o, como mínimo, a negociarla.

LAS POSIBILIDADES DE UNA REVUELTA EXITOSA

Sin renunciar formalmente a la votación pero sabiendo que no se llevará a término, salvo cambios nada probables en la estrategia de Mariano Rajoy, el soberanismo sacará provecho de la vieja lógica política del cuanto peor, mejor. Cuantos más imputados, más competencias perdidas, más policías entregando citaciones judiciales, más gente en la calle y más posibilidades de una revuelta exitosa.

Quien quiera creer que vamos hacia otro 9-N, como es el caso de Xavier Domènech, no ha entendido nada o no quiere entenderlo. Como en la ruleta de los casinos cuando la bola ya va cansada, 'rien ne va plus, les jeux son faits'.