A pie de calle

Amenazados de colapso

Os animamos a dejar de ver y empezar a mirar para decidir el futuro

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¿Hay en la Tierra información disponible, inequívoca, que nos permita leer el futuro? Sí, como mínimo, en dos ámbitos: cambio climático y disponibilidad de recursos materiales y energéticos.

La llegada es un filme de ciencia ficción dirigido por Denis Villeneuve, basado en La historia de tu vida, maravilloso cuento de Ted Chiang, que relaciona Lenguaje, Tiempo, Conocimiento y Política. Una civilización extraterrestre necesita que la humanidad tome una decisión que nos salvará a todas. Entonces, viajan al pasado para enseñar a los terrícolas una técnica de comunicación de información no fonética, sin la intercesión de formas de habla y que tiene una virtud: si la concibes plenamente, verás el futuro que tú misma decidirás libremente en el transcurso de un tiempo que aún no has vivido. Y podrás cambiarlo, resolverlo bien, liberando aliens y humanos de las amenazas que se ciernen escondidas en el porvenir.

Es una película de ciencia ficción pero que nos permite hacer analogías. El lenguaje descrito se correspondería con el semasiográfico –semasiología, ámbito de la lingüística– en el que cada símbolo contiene todo lo que se quiere decir. Se emplea en las notaciones digitales, matemáticas y musicales. Se dice que Mozart era capaz de concebir/percibir toda una sinfonía, toda, en un mismo instante de tiempo.

Cambio climático

La acción de los gases de efecto invernadero –GEH– perdura entre 25 y 30 años. El futuro más inmediato, pues, no es incierto; podemos describirlo con solvencia y certidumbre. Cada microgramo de GEI que vertemos redacta el tiempo que vendrá (el presente lo fue en el pasado). Y las notaciones matemáticas que describen su influencia en el clima son el lenguaje con el que se explica qué nos pasará: incremento de 2 grados Celsius de la temperatura hacia mediados del siglo (casi inevitables) y aumento de 4 grados o más, en la última cuarta parte de la centuria (si no nos ponemos ya evitarlo).

El capitalismo, para reproducirse y permanecer, necesita crecer indefinidamente y supeditar el planeta a su ley: todo vale, los recursos no se acaban. Las matemáticas, las ciencias, la filosofía, lo niegan: en un espacio finito hay la energía y los recursos que hay y no son infinitos. Deben ser las leyes de la Tierra las que fijen la economía. De no hacerlo, el colapso será inevitable: el sistema topará con los límites planetarios.

De nuevo, el futuro está escrito indudablemente y el poder lo esconde para mantener el negocio, su negocio. Nos quieren a ciegas. Y muchas personas desgraciadamente, prefieren negar las evidencias a renunciar al edificio vivencial que han construido.

El futuro se puede cambiar, pero hay proponérselo. Aprender y comprender el lenguaje de Gaia, entender que somos un todo, que formamos parte de un planeta que no está a nuestro servicio. Y componer y ponernos a tocar, ahora mismo, la sinfonía de vida que emana de la Tierra: «vive de acuerdo con mis leyes». No dejemos que las imponga el sistema económico. Os animamos a dejar de ver y empezar a mirar para decidir el futuro.